Habiendo acabado ya Elden Ring, caigo en cuenta de otro mal que vendrá de este juego: los imitadores. Pues cuando un PUBG: Battlegrounds da paso a un Fortnite y ese Fortnite explota, vienen, inevitablemente, los imitadores que aspiran poder rebanar un pedazo de la torta. Con Elden Ring, que a pesar de haber salido hace pocos meses y es ya uno de los juegos más vendidos de los últimos doce, pasará igual. Me imagino que será muy difícil que alguien pueda repetir exitosamente la fórmula que hace de Elden Ring el juego que es, pero igual van a intentarlo. Así son los mercados, creen que porque «A» funciona, «A2» debe funcionar también, sin contemplar que hasta Elden Ring ningún juego de este tipo logró lo mismo. Parece que muchos olvidan que el jugador quiere calidad, y no necesariamente de un mismo género. Aquí he dicho ya qué juegos me suelen gustar, y Elden Ring no está en la norma. Pero es un gran juego, y eso fue lo que me atrajo a meterle más de cien horas– y seguramente algún día volveré a jugarlo.
Pero bueno, ¿cuál es el problema de los imitadores? Más allá del daño que se le hace a la creatividad, el tiempo que se emplea en lo que ya se ha hecho es tiempo que se podría emplear de mejor manera. Tampoco lamento mucho la pérdida, que los que se prestan a sólo hacer imitaciones no serán de mucho talento. Símplemente quería poner en evidencia el precio del éxito. Y pensando en esto «del éxito» recordé lo mucho que me gustaba L.A. Noire cuando era joven, y lo volví a jugar (hasta la mitad, por ahora). Traigo a esto a colación porque es la otra cara de la moneda del éxito: un juego tan bueno que, como no vendió bien, no tuvo «imitadores». ¡Cuánto me gustaría que haya otro juego parecido a L.A. Noire! Pero un juego así, tan caro de hacer (por lo que implica en las caputras faciales y en el elenco) si no da muchos réditos, es inviable de repetir. ¡Qué cosas tiene la mano invisible!