Esto me sirve muy bien para explicar como un texto –desde la literatura comparada, por lo menos– es una obra cerrada, una obra que no necesita una intervención exterior para poder ser entendida, menos aún analizada. El texto se defiende solo y habla por sí mismo. El autor, como dijo Roland Barthes en un ensayo convenientemente titulado «La Mort de l'auteur» está muerto. Esto quiere decir que, una vez publicado el texto, ni el autor puede intervenir en la obra, pues ya no es sólo de él. Sé que este concepto es difícil de digerir, porque lo fácil es asumir que el autor puede decir qué es y qué no es en su obra, pero, en pocas palabras, lo que sucede es que justamente una vez publicada, la obra ya no es sólo de él.
Claro, no es inaudito esto de querer cambiar a posteriori la diégesis, si no que, desafortunadamente, pasa bastante. El autor dice que Sherlock Holmes ha muerto pero luego el público clama y resulta que no estaba muerto, si no sólo de parranda. Pero, desgraciadamente, estas prácticas no son propias de un aparataje literario serio. Y, como decíá, los comparativistas buscamos remitirnos a lo tangible del texto para apoyar nuestras interpretaciones del texto, y yo no encuentro nada en Celeste que me indique que Madeline ha de leerse como un personaje transexual.
Afortunadamente para quienes esto sea relevante, tampoco hay nada en el texto que niegue esta posibilidad. Esto es, principalmente, porque, de una forma o de otra, es irrelevante en el personaje. Celeste toca temas interesantes y representa cuestiones que están lejos de ser baladí– yo rescato por sobre todas las otras cuestiones representadas la forma en la que se retrata a la ansiedad personificada en esa Madeline «negativa» que nos persigue y que, cual la ansiedad en sí, nos hace apurar y tropezar, y a pesar de que intentemos escapar de ella, si aceleramos, ella también lo hace, lo que nos hace acelerar aún más, metiéndonos en un bucle vicioso... en fin, reitero, Celeste sí toca temas complejos de formas muy originales, y que este debate sobre si es o no es lo único que hace es quitarle protagonismo a las cuestiones que sí están en texto y son, pues, más interesantes de analizar.
Hombre, también estoy abierto a la posibilidad que algún día llegue un análisis que, desde el texto sustente la presunta transexualidad de Madeline. A fin de cuentas, eso es lo que hacen los grandes ensayistas cuando hacen una nueva y original lectura de un texto rico, un texto que se preste para estos menesteres; y Celeste lo es. Pero, por ahora, a mí más me interesa lo que está en el texto.
Bonus: Aprovecho y remito esto a quien le interesa la perspectiva de la autora en un artículo en que menciona otras dos instancias en las que, según ella, la diégesis se altera posteriormente: en Metroid y Harry Potter. Así es como me entero, pues, de que el género de Samus Aran se revela de forma sorpresiva al jugador en el primer juego. En mi casa sólo tenía la secuela, Super Metroid, y ahí de entrada es evidente que Samus es mujer. ¿Curioso, no? Para toda una generación que Samus sea mujer fue una sorpresa, para la mía, supongo, la sorpresa es que haya habido quien no lo sepa.