Simple y divertido
Steam dice que me duró 6.3 horas, pero las he disfrutado, y no se me ha hecho largo. Me costó $2.50, y creo que les debo plata a los señores de Crytek, que se han esmerado con este título, que luce muy bonito en la pantalla del Steam Deck.
Ryse: Son of Rome es un juego de ir matando a cuanto bárbaro se le cruce a uno. Los enemigos y la dinámica para derrotarlos es bastante repetitiva y pudiera llegar a ser monótona si no fuera tan visualmente rica y el juego fuera más largo. Así, de memoria, me parece que hay cinco enemigos distintos, y de vez en cuando hay situaciones en las que uno toma el control de una ballesta o forma una falange con el resto del ejército romano, y estos entremeses son bocados muy sabrosos, sin llegar a empalagar. Otra cosa que divierte bastante es que los escenarios cambian bastante, yendo de Roma hasta Bretaña, y que las cinemáticas son audiovisualmente muy pulidas e interesantes, sin ser demasiado largas.
La historia, que suele ser lo que nos compete, es perfecta para un videojuego de su género. No digo, al afirmar esto, que vaya a ser premio Príncipe de Asturias– ni falta que le hace. La historia es bastante movida, con sus villanos y con sus héroes y sus giros narrativos, pero, al ser propia de un juego tan ágil no logra reparar mucho en lo que narra, lo que suele siempre terminar en un aire de forzada ilegitimidad en lo descrito por los hitos narrativos. Pero, claro, ¿qué más se puede pedir a un videojuego? Reitero, me parece que es perfecta para lo que es: una historia que está obligada a hilvanar muchas escenas de lucha abreviando la exposición a su mínima expresión sin jamás dejar de lado la clara exposición de quién es el bueno, quién el malo, y el porqué pelean, que es lo justo y necesario para que sobre ello se articula un videojuego que primero piensa en entretener con sus gráficos y su forma de despachar bárbaros.
En su narrativa, el juego cumple con todos los entretenidos clichés de las mejores películas de romanos y espartanos (cito 300 y Gladiador), y esto no sólo se agradece, si no que sirve para dar entender que este es un juego que quiere complacer, uno cuyo texto es más bien un pretexto para la diversión, sin aspirar a estilos pretenciosos que no se corresponden con lo que es: un juego de ir de hoplita a destrozar icenos. Yo lo compré en aras de tener algo en qué entretenerme, y me entretuve; por esto, y sobretodo recordando su precio, lo recomiendo sin reparos.