Mega Man, por si no se sabe, es un juego de plataformas y disparos, un juego en dos dimensiones en donde el jugador debe ir siempre hacia la derecha, evitar máquinas y sortear precipicios, hasta llegar a un robot maestro. Cada juego tiene varios de estos maestros –uno por nivel– y al ganarles, Mega Man recibe un arma nueva– arma a la que otro robot maestro es vulnerable. Así, hay un metajuego de adivinar qué robot maestro será débil a que arma. Descifrar esto es crucial, porque los robot maestros tienen, además, dificultades muy distintas, y para avanzar es menester dar con el más débil primero. Todo esto hace que los juegos duren más de una hora, pero con un poco de experiencia (y una libreta de apuntes) ya duran menos.
Sobre lo literario que pueda existir en estos juegos no reparo mucho, porque no lo ameritan. Esto no interfiere, claro está, con su disfrute, ni decir que no haya en Mega Man nada de literario. Claro que lo hay, mas los arcos narrativos de Mega Man se extienden por sobre varios juegos, y están en juego con los arcos que se generan en Mega Man X, y resultan en temas bastante interesantes y complejos –por lo menos comparado con lo superficial que parecen ser éstos juegos–, pues tratan del destino, de la idea las limitaciones del bien, del libre albedrío y del pecado original.
Veo que me estoy adentrando, a pesar de que dije que no lo haría, pero ahora, que ya estamos medio en materia, continúo con el asunto: Mega Man nace y está diseñado y hecho para hacer el bien. Pero el pobre ya a la enésima vez que le toca salvar a la humanidad, empieza a preguntarse si la metodología aplicada es la correcta. Tanto así, que Mega Man hasta se plantea matar al Dr. Wily –lo que no sería del todo una mala idea– en Mega Man 7. Entra aquí (literariamente, que en la línea del tiempo, es un centeno más tarde) Mega Man X, un Mega Man mucho más apesadumbrado por su deber. Mega Man X «es el primero de una nueva generación de robots que tienen una innovación: la capacidad de pensar, sentir, y tomar sus propias decisiones» dice el inicio de Mega Man X. X sabe que debe salvar a la humanidad una y otra vez. Este peso eventualmente hará de él un tirano– pues su afán de crear una paz permanente desemboca inevitablemente en un sistema opresor. Quizás en un inicio X fuera un tirano benévolo, pero el poder corrompe. En fin, a este inevitable futuro, por la frustración de no poder el cortar el mal de raíz, se llega en Mega Man Zero.
Aquí lo bonito de la saga– a nivel literario, claro está: Zero. Zero es un personaje creado por Wily sin las limitaciones de las leyes de la robótica que pesan sobre Mega Man (y lo que impiden matar al Dr. Wily). Wily cree que sin el impedimento de las leyes de la robótica Zero será un peón muy útil en sus nefastos planes, mas Zero decide no hacer el mal. Así, pues, el futuro de la humanidad está en las manos de uno que nació para hacer el mal, pero que decidió compadecerse de la humanidad– y que tiene que enfrentarse a uno que nació para hacer el bien, pero que se ha corrompido. ¿Bonito es, no? Y hasta eran los dos amigos.
Volviendo a la reseña, yo, que me pierdo en lo estético, prefiero esta versión, Wily Wars, por sobre las originales, a pesar de que la música no sea igual de buena, y las recomiendo sin reparos.