Reseña de «Story of Seasons: Pioneers of Olive Town», y sobre «la proyección» como mecanismo artístico
La verdadera historia de redención.
Soy fan de lo que otrora era Harvest Moon y ahora es Story of Seasons; por esto compré Olive Town para el Switch– y por lo mal hecho que estaba, me arrepentí. Hasta que hace poco, no sé a santo de qué, lo retomé. Bien sé que han mejorado muchas cosas desde que salió, y nunca hay que olvidar lo terrible que es esa práctica de sacar un juego antes de que esté listo, pero, en fin, el juego ya lo había comprado, y, como dije, hace poco me dio por jugarlo otra vez, y ahora debo de confesar que lo estoy jugando con mucha alegría.
Veo que el juego ha mejorado muchísimo. Aún escucho quejas sobre la falta de profundidad en el diálogo, mas a mí esta llamada carencia no me molesta mucho, porque me parece que el diálogo del juego es tan malo o tan bueno como el de Animal Crossing, My Time in Portia, o Stardew Valley. No sé, yo tampoco me les paso hablando a los ciudadanos, ni espero que ellos me salgan con su más reciente interpretación la metafísica del derecho.
Sobre la falta de historia, otra queja común, yo respondo «¿qué historia?». ¿De cuándo acá estos juegos necesitan una historia? La historia la haca uno; la inmersión en el universo habitable es lo que nos empuja a crear nuestras propias representaciones, o a proyectar en los personajes nuestras propias impresiones, y generar nuestra propia narrativa. Esto, que es un mecanismo inherente al medio artístico que es el videojuego, es lo que está en la base de este género de juegos. Nadie me ha dicho que tengo que ser un cultivador vitivinícola, o que debo llenar mi tierra de árboles frutales, o de que ningunee a ese ciudadano pesado que seguramente está también atrás de la que será mi esposa– estas son todas fantasías mías, paranoias que han nacido de los objetivos que yo mismo me he fijado. Estos juegos son 30% la historia que nos da su creador y 70% lo que nosotros hagamos con ellos.
Esto de verse tan metido en un juego es propio del medio en cuanto uno en un juego sí puede actuar sobre estas proyecciones ya mencionadas, pero hay que recordar que la proyección sí es común en un medio artístico– sólo esta arista de poder actuar es la que separa esta sensación que otros medios artísticos también logran. Quiero decir que la proyección no es un mecanismo inherente al videojuego; lo que es inherente es poder actuar en base a lo proyectado. Por más que uno esté metido en el personaje de Romeo, no podemos obligarlo a hacer lo que queramos, pero en Tommy Vercetti sí podemos ahondar más lo proyectado.
En fin, retomando la reseña, lo que es de suma importancia es que el juego ya funciona perfectamente. Carga rápidamente, y ahora las máquinas hacen más productos que antes; las cosas buenas que ya tenía este juego siguen ahí, por supuesto: el diseño de la isla es muy práctico– nada queda muy lejos, y no es ni muy grande ni muy chiquita, los personajes son graciosos, las escenas ya hechas son diversas –y parece que cada dos o tres días cae una nueva–, el mundo es estéticamente superlativo, realista en su iluminación y jocoso en lo caricaturesco de sus personajes; en fin, una joya en su presentación.
Lo único que no me gusta del juego es que abusa de nosotros, los pobres obsesos compulsivos que no toleramos que crezca media mala hierba entre nuestras plantas. Todos los días hay que limpiar la tierra, quitar árboles que por ahí salen (que son valiosos porque son madereables), romper rocas que emergen de la nada, limpiar lagunas que se contaminan solas, recolectar bayas que caen del cielo, y todo esto es tedioso y toma mucho tiempo, lo que hace que los días se hagan más o menos largos.
En fin, yo llevo ya como treinta y cinco horas en el juego y lo estoy disfrutando mucho; lo recomiendo.
Imagen de MissNewday vía https://www.deviantart.com/missnewday/art/Pioneer-of-Olive-Town-873177271